El roce de dos almas nunca es triste.
El amor que confunde las consume.
Desnudas de su ausencia, lo que sienten
es el ansia perdida de su origen.
El almendro se abre.
El olivo aún duerme.
Frente a ese pulso sabio
y frente deseada,
el mar como horizonte donde morir a veces.
El amor que confunde las consume.
Desnudas de su ausencia, lo que sienten
es el ansia perdida de su origen.
El almendro se abre.
El olivo aún duerme.
Frente a ese pulso sabio
y frente deseada,
el mar como horizonte donde morir a veces.
* (Ahora que veo la fecha, si viviera, hoy cumpliría 101 años Francisco Pino. Y lo demás que calle.)
2 comentarios:
Rusia, la infancia, Francisco Pino, Luis Cernuda. Delicadeza que agradezco.
Cuando leí 'Los hombres intermitentes', una de las sorpresas fue llegar a un poema que reflejaba, sin sus marcas externas, la visita fallida que le hicimos en su viejo chalet del Pinar de Antequera a Francisco Pino, una mañana de una aparición tuya de horas por Valladolid en la que él se acercó a la verja de entrada y nos dijo que se encontraba indispuesto para recibirnos. Ante esa elegante y huidiza desaparición a lo Salinger, al menos a ti te quedó el buen sabor de boca de haber estado con él un momento. Y la materia de un poema. Ójala tengamos -físicamente- otras ocasiones y espacios.
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