Al estar en tu sitio
todo vuelve a su centro,
exige un orden.
El caos sucede
pero aflora en la urgencia
de tornar al acorde,
y ejerce su llamada
extraña,
desafiante. Lo que oprime
o destruye,
más allá de la nada
sabe de un equilibrio
anterior y posible.
Si el daño se disuelve,
es proporción y aire.
Deja que suene y sea,
como brizna y lombriz,
un signo tibio, no valioso
para el trueque o mercado,
imperceptible
el que atiendas,
y sin reparo acude
atraído y constante
a esa señal
de la armonía creciente
y pobre.
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