Nos aferramos
a sensaciones básicas:
así ahora,
una naranja dulce
mordida al mediodía.
Intensa miniatura
donde ofrece la vida
esta paciente pulpa.
La intemperie no impedirá otras calmas:
en las cálidas formas
posibles, pasajeras,
asomadas al tiempo
del sabor de las horas protegidas.
4 comentarios:
¡Qué hermoso y evocador poema, Carlos!
Toda mi biblioteca se ha llenado con su aroma según lo iba leyendo, mientras tecleo estas líneas.
Un abrazo.
Yo sigo sintiendo su extrañeza. Elías. Por la mañana pensaba dar unas vacaciones al blog a esperas de una mejor escritura o perspectivas y así volcarme con libertad iletrada por un tiempo en otros asuntos personales. Me siento en este mes sólo parcialmente cómodo en lo que escribo, como si no lo hiciera fluyendo desde dentro sino merodeando lo que quiero, por aproximaciones, con el esfuerzo de esperar los destellos. A veces estamos desposeídos del don de abrir la realidad con las palabras justas, pero también es justo que nos aparezcan. Somos gente que no miramos avariciosamente el mundo, más bien lo recogemos con admiración en unas pocas palabras. Y con ellas nos arropamos y vivimos.
No sé si es el poema de un merodeador, pero el comentario que me antecede es purita dinamina en mis neuronas. Un abrazo y feliz Navidad, Carlos.
Las palabras, querido Carlos, son, a veces, nuestro cobijo. Así, tu "naranja dulce" es más que una simple sensación básica: es la base de la casa que nos acoge y nos libra de la interperie. Tus palabras, pues, dan calor y calma.
Un abrazo fuerte, Luis.
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