a Sinnead O'Connor, in memoriam
Nothing compares to you
Hay ángeles de insólita belleza
con las alas disueltas en ceniza
precipitadas sobre el barro. Yerran
perdidos en su abismo. Respiraron
el dolor de estar vivos, las heridas
ocultas desde lejos, la intemperie
de desear el reino de lo bello
y recibir el filo de lo helado.
Sentimos un impacto. Recogimos
de un ópalo incendiado oscuros restos,
espasmos excesivos para un lirio,
un grito inconsolable ajeno y mudo.
Allí donde hay aristas invisibles
su vuelo naufragó en la piel del aire.
A cambio quedó luz en la infinita
nostalgia de ser él y no olvidarlo.
El ángel descargó todo su miedo.
El mundo fue incapaz de retenerlo.
* (El
final del verano no sólo trajo en los últimos días de agosto la
lluvia torrencial como una certidumbre de que el otoño acudiría
nuevamente tras los días más cortos, sino un recuerdo obligado
hacia alguien recientemente fallecida que sabía transmitir la sensación
de la belleza, casi hecha a su imagen, en la vibración de su canto; para quien, sin embargo, esta serenidad y elevación que su voz concedía no
fue suficiente refugio para ella. Al oírla, como en otras personas singulares, honramos la vida que perdura más allá de sus horas más hondas y quebradas.)
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