lunes, 24 de junio de 2024

Picazas

Libres y esquivas
brincan dos urraquillas
sobre la hierba.

Hasta la infancia
van mis ojos tras ellas 
y no retornan.

La nieve vibra
y de ser flor sería
albor que vuela.

Sin atraparla,
al paso de la vida
la luz perdura.

Igual que el agua
lleva el gesto soñado
de quien refleja.


* (De un reciente viaje a Valladolid con motivo de presentar en la que fue mi antigua ciudad -donde se había editado- La imperfección de la belleza, al pasear de nuevo por sus lugares conocidos, algunos mucho más arbolados y acogedores para recorrerlos, me sorprendió más de una vez la presencia de estas urracas o picazas en distintos jardines, con esa elegancia inasible de su esbelto plumaje brillante a dos colores. No habituales en Mallorca, al cruzarme estas aves en medio de lo urbano, pude ir tras su imagen a ese reino ideal en donde nada pesa y la vida sucede ajena a cualquier sombra o roce. Así la sensación traída de vuelta de los buenos amigos con los que pude estar cerca.)


 

1 comentario:

Luis Alonso dijo...


"Albor que vuela"

Ese poema es un claro ejemplo del principio 'menos es más'. La poesía es eso, ¿no?, dar lo máximo con lo mínimo. Pues ahí lo tenemos.

De tu comentario se deduce que, por el bien de las urraquillas y de las aves todas, vas a tener que viajar más a menudo a esa ciudad. Tus amigos también lo agradecerán.