A la vuelta de una tarde de baño en una playa sucedió la conversación siguiente. Yo andaba con los pies por dentro de la arena y le dije a mi hija: - Marina, mira, mis pies no se ven, son un metro.
A lo que respondió su madre: - No le enseñes esas cosas, yo una vez así me rompí una uña.
Un poco decepcionado contesté: - Por favor, no es para tanto.
En ese momento, como un árbitro repentino e ingenuo, la pequeña intervino.
- Oye, no discutáis. Sois diferentes. Papá con los pies hace un metro. Y tú, mamá, ten cuidado y no te hagas daño con las piedras.
Hubo que sonreír y mirarnos antes de, al salir, sacudirnos la arena todavía pegada con la toalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario