domingo, 28 de julio de 2013

Cruce

“Aquí el viajero debería girar hacia el Oeste, siguiendo el hermoso valle del río Limia -Lima, en Portugal-, y que los romanos creían el Lethe, el río mitológico del olvido.”

Ante mí vi el fluir de un río hacia al Oeste,
donde la luz sin declinar cada tarde resurge.
Mi mano entró en él, sintió su cauce,
hasta volverse curso móvil, líquido.
Yo recorrí sus puentes y la umbría de los bosques.
Pensé que este lugar conduce a un sitio eterno
pues el deseo sostiene el esplendor de lo frágil.
¿Qué más da como llames a esta mansa corriente?
Donde todo se agota cabe lo inextinguible
y el olvido no existe ante el rumor de líquenes.
El día sucede igual ajeno a las señales
de nuestra incertidumbre y lo cambiante,
pues su iris no atiende la gloria o la hecatombe.
Toco el río que de otros fue dorada leyenda
y ante mí su verdad es de piedras y musgos.
Desliza, como yo, lo que es, en reposo,
más también su reflejo me devuelve una cúspide.
Se dijo que al cruzarlo borraba la memoria
no así como descanso sino aldaba de muerte,
pero yo veo su agua y agitación de peces
propia de lo que incita, no de lo que destruye.
Si desdeño ese pánico, me quedan unos valles
más propios del retiro de la naturaleza
con la ebriedad de todos sus lenguajes.
Elijo sumergirme y atravesar su lecho,
me imagino en su fondo braceándolo inquieto,
buscando algún vestigio que explique del pasado
esta hermosa creencia de la orilla que es gélida.
Quien no teme a la muerte desviste su belleza,
plateado semblante que aún no me requiere.
Oyes cantar del aire el vuelo de lo libre.
Dejas que una figura se esconda entre los robles.

 

* (Para combatir el exceso de calor de este verano capaz de reducir nuestros ritmos habituales a lo mínimo, valga esta recreación surgida de una señal inesperada y tentadora. ¿Quién -como yo pensé al leer esta cita de una guía de viajes- no se atrevería a cruzar el río de la muerte, en los bellos parajes por donde cruza este caudal portugués y gallego y poderlo contar, y tras esta impulsiva profanación de lo sagrado -y del pánico sentido por otros hombres-, traer otro conocimiento hasta ahora vetado, no el del fuego arrebatado a los dioses, sino el del relato capaz de comenzar desde cero el origen de todo, con la frescura y nostalgia de lo inicial e insobornable?)
 

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